¿Te has planteado alguna vez ponerte en el lugar de tu pareja sexualmente hablando? En eso exactamente consiste el pegging: en realizar un intercambio de roles. Tu chica hará de chico para ti y te penetrará analmente ayudándose de un arnés con dildo.
Para disfrutar de esta práctica sexual debes vencer un tabú común en muchos hombres: el de asociar el sexo anal pasivo a la idea de homosexualidad.
Muchos hombres consideran que el gozar de la estimulación anal es cosa de gays. Para ellos, ningún hombre que se tenga por heterosexual puede gozar al ser penetrado por el culo.
Quienes opinan así olvidan o desconocen la existencia del Punto P. Con ese nombre (y también con el de Punto G masculino) se conoce la zona que, en el interior del recto, es vecina de la próstata. La estimulación de esa zona provoca orgasmos especialmente intensos. Una de las formas de practicar dicha estimulación es mediante el intercambio de roles entre el hombre y la mujer.
La primera vez que se utilizó este término fue a resultas de una encuesta realizada por el periodista estadounidense Dan Savage. Savage, en calidad de consejero sexual, preguntó a su audiencia qué nombre darían a una práctica sexual en la que la mujer penetrara al hombre. El resultado de la encuesta fue la palabra a la que estamos dedicando este artículo.
Para llevar a la práctica esta modalidad de sexo anal, que recibe también el nombre de BOB o Bend Over Boyfriend, la mujer debe utilizar un arnés con consolador o strap on. En el mercado pueden encontrarse muchos tipos de arneses, pero los más habituales son los que van sujetos a la cintura por una especie de cinturón. A ellos, después, se les coloca un dildo para, con él, realizar la penetración.
Algunas mujeres prefieren utilizar un dildo doble para, de ese modo, poder estimularse ellas mismas cuando penetran a su pareja. Los dildos de tres puntas, por su parte, les sirve para estimularse vaginal y analmente mientras penetran a su chico.
Como en todas las prácticas sexuales, la comunicación directa y fluida con la pareja es fundamental. El hombre debe estar decidido a vencer ese tabú y, lógicamente, debe dar a su chica el consentimiento para que ella le penetre.
Una vez dado el consentimiento, hay que buscar el o los juguetes sexuales adecuados para esta práctica. Un arnés curvado y delgado es siempre lo más recomendable para iniciarse en la práctica de este intercambio de roles.
Elegido el juguete adecuado, hay que tener siempre presente un consejo que de forma ineludible va unido a cualquier práctica sexual de tipo anal: la lubricación no puede faltar.
Para vivir una experiencia sexual de este tipo hay que tener a mano un lubricante. ¿Por qué? Porque el ano carece de lubricación propia. Y, sin lubricación, el sexo anal es, cuanto menos, molesto.
Para evitar esas molestias y la posibilidad de padecer dolor hay que proveerse de un buen lubricante íntimo.
En el mercado hay muchos tipos de lubricantes sexuales. A la hora de escoger uno se debe tener en cuenta el material con el que esté hecho el dildo que va a utilizarse para la penetración. Si es de silicona (éste es el material más común en la última generación de juguetes eróticos), se deberá optar por un lubricante de base acuosa.
Escogido el lubricante hay que recordar otra máxima del sexo anal. Para disfrutar de él, dice esa máxima, el ano debe estar relajado. Conseguir esa relajación es fundamental para disfrutar de cualquier tipo de práctica sexual en la que el ano esté involucrado.
Conseguir dicha relajación es una tarea que corresponde a la chica. Las caricias y las palabras pueden servir para conseguir esa relajación. La práctica del beso negro, también.
Conseguida esa relajación y con el lubricante a mano ya puede vivirse una intensa y placentera experiencia pegging. Tocará entonces escoger la postura para llevarlo a la práctica. La del perrito, con el hombre a cuatro patas, es la postura más común y recomendable, sobre todo para aquellas parejas que se están iniciando en esta práctica sexual.
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